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La experiencia compartida entre el artista y el oyente es fundamental para el mundo de la música. Es una interacción dinámica en la que las emociones o sensaciones se sienten, se articulan a través de la creación o se consumen para comprender mejor esos sentimientos. Si bien el amor a menudo ocupa un lugar central en esta danza expresiva, a fines de la década de 1960, los Beatles se alejaron del ámbito emocional. Se adentraron en experiencias psicodélicas, impulsadas en gran medida por su experimentación con LSD.
El éxito duradero de The Beatles, tanto durante su viaje musical como en las décadas posteriores, se puede atribuir a varios factores. Su destreza musical, encanto y simpatía sin duda jugaron un papel, pero fue su inquebrantable voluntad de adaptarse y experimentar lo que mantuvo su sonido fresco, asegurando que cada nuevo lanzamiento fuera esperado con impaciencia.
Contrariamente a la suposición de que la incursión de los Beatles en el ácido fue un esfuerzo consciente para desbloquear la creatividad sin explotar, la realidad fue bastante diferente. El encuentro inicial con el LSD no fue por elección de John Lennon y George Harrison, sino que ocurrió durante una cena en la casa de su dentista John Riley. Riley mezcló subrepticiamente los terrones de azúcar con LSD, llevando a la banda y a sus esposas, Cynthia Lennon y Pattie Boyd, a un viaje involuntario hacia la psicodelia.
A pesar de la incomodidad inicial y la insatisfacción de John Lennon con la droga subrepticia, George Harrison abrazó la experiencia más abiertamente. Harrison recuerda la revelación de Lennon sobre el LSD: “El dentista le dijo algo a John, y John se volvió hacia mí y me dijo: ‘Hemos tomado LSD’. Solo pensé: ‘Bueno, ¿qué es eso? ¿Y qué? ¡Vamos!'”.
La noche se desarrolló con momentos similares a una película de terror, como lo describió Cynthia Lennon, con Harrison finalmente sintiéndose incómodo debido al comportamiento inapropiado del dentista. Harrison recuerda: “Se sentía como si estuviera tratando de hacer que algo sucediera en su casa… Realmente creo que ese fue su motivo”.
Entre altibajos, el grupo buscó refugio en el Ad Lib Club, experimentando momentos de locura y paranoia. Sin embargo, hacia el final de la noche, los efectos positivos de la droga se hicieron evidentes. Harrison expresó: “Tenía una sensación tan abrumadora de bienestar, de que había un Dios, y podía verlo en cada brizna de hierba. Fue como ganar cientos de años de experiencia en 12 horas”.
El poder transformador del LSD encendió una nueva conexión entre John y George, lo que los llevó a compartir la experiencia con el resto de la banda en 1965. Mientras que Paul McCartney resistió hasta finales de 1966, el grupo, a excepción de él, probó el LSD en Benedict Canyon. Harrison reflexiona sobre la experiencia: “Tenía un concepto de lo que había sucedido la primera vez que tomé LSD, pero el concepto no es ni de lejos tan grande como la realidad cuando realmente sucede”.
La noche se desarrolló con tocar la guitarra, aventuras en la piscina, discusiones acaloradas, evasión de los medios de comunicación y experiencias trascendentales. Harrison señala: “Vas en tándem, estás ahí fuera por un tiempo y luego, ¡BOING!”
Estas experiencias inducidas por el LSD marcaron un cambio fundamental para los Beatles, dirigiéndolos hacia la psicodelia e influyendo en parte de su música más experimental. La naturaleza ambigua y abierta a la interpretación de sus canciones reflejó el impacto de estos viajes psicodélicos, lo que podría decirse que hizo que su música fuera más accesible y, sin duda, alteró el curso de la banda para siempre.